Converse blancas con los dos agujeros laterales

Estamos tan acostumbrados al diseño clásico de las Converse que no prestamos demasiada atención a sus pequeños detalles. ¿Te acabas de fijar en los dos pequeños agujeros que llevan en el lateral y te preguntas para qué sirven? Hoy te explicamos la razón histórica de la existencia de los dos agujeros laterales, aunque hoy en día ya prácticamente nadie los use.

Pero primero, un poco de historia. En 1908, Mills Converse fundaba la empresa Converse Rubber Shoe Company, en honor a su madre Converse, para producir ropa deportiva en Malden, Massachusetts, cerca de Boston. En un principio, la empresa fabricaba botas con suela de goma forrada para los inviernos de Nueva Inglaterra. En 1910, la producción era de 4.000 zapatos al día, pero Mills Converse decidió entonces pasarse al calzado deportivo. En 1915, empezó a fabricar unas zapatillas de deporte y, dos años más tarde, se crearon las primeras Converse All Star y comenzó una aventura que continúa hasta el día de hoy.

¿Qué son los agujeros laterales de las Converse?

Las zapatillas Converse que conocemos como Chuck Taylor, nombre de un famoso jugador que ayudó a promocionarlas y cuya firma sigue estampada en su logo actualmente, fueron diseñadas originalmente para jugar al baloncesto. De ahí, la primera finalidad de los dos agujeros: proporcionar ventilación a nuestros pies. Los dos agujeros permiten que el aire entre en la zapatilla y ayudan a limitar la transpiración del pie.

Pero la finalidad principal de los dos agujeros de las Converse es bien diferente y está en total desuso. Resulta que esos agujeros son dos ojales adicionales para pasar los cordones. Como ya hemos dicho, en un principio, hace ya un siglo, las Converse eran zapatillas de baloncesto. Por supuesto, hoy en día la tecnología de las deportivas ha avanzado muchísimo y existen botas mucho más seguras para sujetar bien y proteger el tobillo de lesiones en este deporte. Sin embargo, esos ojales servían, hace mucho, para atar los cordones de las Converse en zigzag a lo ancho de la zapatilla y ajustar así mejor el zapato al tobillo.

La técnica es la siguiente.  Primero, retira los cordones de las dos filas superiores de ojales. A continuación, pasa el cordón por el primer orificio lateral del lado opuesto, y tráelo de vuelta por el segundo. Repite la operación en el lado opuesto. Para terminar, vuelve a atar tus cordones normales. Así, el pie resbalará mucho menos dentro de la zapatilla e incluso podrás ahorrarte algún roce de la lona en el tobillo. ¿No te parecía que los cordones de las Converse eran demasiado largos para el uso que les damos habitualmente? Puede que esta sea la razón.